Es algo que nadie te puede platicar, tienes que vivirlo—Escribió Joel en su diario.—Cuando te vienes siete veces en cuatro horas crees que puedes tocar a Dios. Para la décimo tercera te das cuenta de que no hay un Dios, lo único que hay es ese interminable mar de gemidos, pezones, semen, saliva y sudor. Entonces tal ves por primera vez te dan ganas de levantarte y salir del departamento a fumar un cigarro o a tomar un café y caminar por la calle tomados de la mano, o sin tomarse de la mano. Sólo que no puedes, el departamento está cerrado y los dos hicieron los arreglos muy bien para que nadie los encuentre. No necesitas voltear a ver el suelo junto a la cama, lleno de condones, latas de comida, vitaminas y demás. Estás atrapado. Sólo por un momento pero te dan ganas de gritar.
Esa sensación termina siempre después de la primera pausa para comer.---Joel escribía en su diario mientras Clementine dormía plácidamente junto a él.
Joel revisó lo último que había escrito, no escribía desayuno porque desde que acordaron no llevar relojes al departamento el tiempo no pasaba igual allí adentro; así que “desayuno” le pareció inapropiado. Con la mano libre acariciaba uno de los pechos de Clementine, distraído. Hasta que un gemido entre sueños de ella y un cambio de posición lo hizo tener que reprimir una erección. Quería detenerse unos minutos, ver cuanto tiempo podía contenerse antes de iniciar de nuevo. Nunca había podido esperar más de 10 minutos en las dos semanas que llevaban allí, tal vez hoy tampoco. Además todo podía ser una alucinación, era un caso de uno en cinco millones, pensó Joel mientras el deseo callaba momentaneamente en él la idea que lo dejaría sin dormir durante tantas noches.
---Los mejores pretextos se me han ocurrido siempre cuando se trata de acostarme contigo-- Escribió Joel antes de cerrar su diario y pasarle una mano por el cabello a Clementine, mano que siguió su camino por un rato, acariciándola hasta que despertó y volvieron a empezar. Johnny Depp en Don Juan DiMarco había dicho que la vida no era más que lo que hacías entre cada acostón. O igual no fue esa película, pero Joel recordaba que si, le gustaba pensar que sí, y de todos modos fue en una película, de eso estaba seguro. El punto es que cuando los dos entraron al departamento se deshicieron de todos los intermedios. Comida, agua, una regadera, un baño, condones y una cama. Ni siquiera tenían luz eléctrica, y la mayoría de las velas que habían llevado habían acabado en la piel y boca de ambos, antes de que Joel guardara unas cuando empezó a dormir menos. Al principio pensó que nada más era que le gustaba ver a Clementine dormir, aunque eventualmente terminaba despertándola cuando no podía soportar más tiempo, y a decir verdad nunca podía soportar mucho tiempo así que cuando el insomnio no recedió tuvo que buscar algo para no tener problemas con Clementine. Fue entonces cuando empezó su diario. Con letras grandes había puesto una cita, no se acordaba de donde, en la portada.
“La felicidad es una cárcel, Evey. De hecho la felicidad es tal vez la peor cárcel de todas”
Y llenó y llenó páginas cada vez que no podía dormir.
---Escribir y coger con los únicos actos de creación desinteresada que tenemos los hombres.—Joel escribió eso la primera vez que le pareció escuchar un temblor en el vientre de Clementine. Por supuesto no podía ser, entre pastillas y condones no había manera posible de que Clementine estuviera embarazada. Contra su voluntad Joel se imaginó muchas noches siguientes al esperma que lograra tal hazaña. Tendría que ser como un soldado o un agente secreto.
---¡Ja,ja,ja. Un agente secreto. Qué puta risa!
Es curioso como la felicidad puede ser alterada por el menor detalle. A partir de ese día Joel le dedicaba todo el tiempo que no pasaba en la cama con Clementine a racionar la comida. Empezó a comer menos y eso se notaba en la cama. Clementine, que no sabía nada, pensaba que era porque Joel perdía interés, y lloró algunas noches abrazada a él. Hasta que Joel decidió comer bien uno de cada tres días para que ella no lo notara. Comenzó a soñar cosas extrañas. Soñaba con Clementine antes, con un vestido corto blanco, la piel bronceada y un niño abrazado a sus piernas, con un juguete en la mano. ---El niño--diría ella—era idéntico a ti. Soñaba que se la robaban los piratas. Soñaba que al fin se acababa la comida. Hacer planes para encerrarse y morir no es lo mismo que llevarlo a cabo. Hasta Romeo y Julieta habían necesitado un empujón.
Joel empezó a hacer cuentas de cuanto duraría la comida. Escribió números en los botes de crema Chantilly con que decoraba a Clementine, en las paredes, en los reversos de todas las cajas de cartón, en la espalda de Clementine, y en sus piernas, y en sus nalgas. Llenó de números cualquier espacio disponible en el departamento. Gracias a Dios la reja de la ventana tenía un agujero para tirar basura, o Joel se habría ahogado en condones usados y sus cajas llenas de números hace más de un mes. Poco tiempo después Joel se pasaba las noches ordenando y reordenando la comida mientras Clementine dormía. Empezó a idear un sistema para pedir ayuda por la ventana, como las cartas adentro de botellas náufragas. Para ver si alguien los descubría y rescataba, confiaba en que en el peor de los casos la descubrieran a ella aunque él ya no estuviera ahí. Confiaba en que ella se salvaría, hijo o no.
---No deben quedar más de dos semanas. Tengo que terminarlo hoy---Escribió Joel en su diario, y lo cerró por última ves. La comida se estaba terminando. El baño sería probablemente el mejor lugar. Acarició suavemente un pezón de Clementine mientras luchaba por contener la erección, 5 minutos, 10 minutos, 15 minutos y se inclinó sobre ella, y al fin la besó y se levantó al baño. Poco tiempo después un sonido sordo sonó en el suelo del baño y otro en la habitación. La sangre de Joel viajaba lenta pero constantemente hacia la rejilla de la regadera. Joel tuvo el tiempo de ver entre sombras a Clementine salir llorando de la habitación con su diario en la mano, y tenderse junto a él en el mismo lugar donde la policía encontraría una pareja muerta en la regadera. La mujer mostraba huellas de fuerte e ininterrumpida actividad sexual, se cree que fue repetidamente violada durante semanas y al final acabó con su agresor en un descuido, perdiendo su vida. Los doctores nunca le confirmaron si estaba embarazada a nadie que no fuera su pariente cercano.
Twin Peaks: El retorno
Hace 6 años
3 ecos:
creo que nuestras vidas son un borrador que nunca concluimos y tal vez, no nos deja satisfechos...
creo que es el que mas me ha gustado carnal, felicidades...
“La felicidad es una cárcel, Evey. De hecho la felicidad es tal vez la peor cárcel de todas”
Tenemos un campeon.
Llegaran escritos mejores de eso no cabe duda...
Muy bueno, la verdad es que me gustó bastante.
La lujuria ha sido una gran experiencia.
Felicidades.
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