"That which you can not hurt ends up hurting you."
-Pablo Visceral
-Pablo Visceral
-A mi me lo contó todo hasta el último momento, pero igual yo no sé dónde putas está, no me pueden encerrar por ser su mejor amigo, tengo derechos.
El secreto consistía en no dejar heridas, eso se lo enseñamos en los grupos de ayuda. Durante dos años Diego entró a esta habitación por lo menos dos o tres veces a la semana a desquitarse, de todo y de todos. ¿cómo la encontró? ¿dónde estaba el cuarto? Eso no es lo importante, nunca fue lo importante: una llamada telefónica, una operadora amable. Un experimento. Tu chingada madre...y la calma llegó.
Una cama matrimonial, dos buroes, dos lamparas de noche, una alfombra verde, un espejo de luna, un par de cuadros, un estéreo con algunos discos de Barry Manilow, dos ceniceros, una cómoda (vacía), tres portarretratos (vacíos) y encima de la cómoda una figurita de porcelana con un perro labrador. Tres minutos y todo eso ya no existía, en menos tiempo del que lo tomó cerciorarse de los objetos en la habitación ya les había dado en la madre. En realidad, le tomó exactamente el mismo tiempo, los fue rompiendo mientras los encontraba. ciento ochenta segundos como balazos de ametralladora y sólo quedaba él, en el centro de un cuarto hecho pedazos. Diego sonrío, de hecho Diego sonrío por mucho tiempo.
Dos años y 417 visitas después Diego seguía con la misma sonrisa. Dejó de tomar, volvió con su esposa y sus dos hijas, consiguió y mantuvo un trabajo, la vida iba de subida y c-a-d-a v-e-z que entraba de nuevo al cuarto todo estaba como la primera vez, una cama matrimonial, dos buroes, etc. Diego nunca supo como se las arreglaban para volverlo a poner todo en su lugar, y después de unos meses dejó de importarle, alguien estaba gastando una suma considerable en él y no era como para ponerse a buscarle chichis a las serpientes.
La visita 418, 4 más 1 más 8 es igual a 13, mala suerte...
Al principio Diego no notó nada, sino hasta que llegó a la cómoda. La figura de porcelana estaba rota en su lugar, uno de los ojos vidriosos del labrador mirándolo. Diego dejó de sonreír, tomó la figura rota y salió disparado de la habitación.
Una hora y quince minutos después Diego ya había pagado por la reparación, suerte que el ñor quiso trabajar en domingo, porque si no me cae que Diego se lo hubiera molido a madrazos. Apagó el teléfono por si acaso su esposa o hijas llamaban. Suerte que esto pasó en domingo, si no, habría tenido que pasar por lo menos 10 minutos al teléfono dándole órdenes a gente estúpida acerca de como hacer su trabajo si él no estaba allí. Diego se sentó a esperar 15 minutos, que fueron una eternidad. No era que estuviera roto, era que no lo había roto él. Era una puta violación, cosa de poner una demanda, si el lugar fuera suyo eso habría hecho, como ese no era el caso decidió volver. A lo mejor el perro estaría ahí a su vuelta, entero como siempre que volvía. A lo mejor la persona encargada no había tenido tiempo de repararlo antes de que él volviera, o fue por un café, o simplemente se decidió hacer pendeja, la muy estúpida. Por algún motivo pensó en su mujer y aquella vez que olvidó quitar el pollo de la jodida estufa antes de salir. Toda la pinche casa olía a pollo quemado. Ese fue el primer día que le pegó, y le pegó fuerte, y si ella hubiera estado ahí en ese momento por mi madre (bueno, por la suya) que se la hubiera vuelto a madrear.
La puerta rechinó al abrirse, Diego entró y dejó el perro en su lugar, un poco decepcionado de que no hubiera uno nuevo ahí. Entonces lo notó, el espejo de luna estaba hecho añicos, desde uno de los pedazos una parte de su cara le devolvía la mirada, como el ojo del perro hace unas horas, desvalido, suplicante. Fue entonces cuando sonó el teléfono (¿no había apagado el teléfono?). Una voz amable de operadora amable, diciéndole que el experimento había terminado, que ahora el cuarto era el que lo estaba lastimando a él, que la empresa para la que ella trabajaba no se podía hacer responsable y por lo tanto tenía que salir del cuarto y dejar la llave dentro. Nunca volver.
Nunca volver, lo que Diego volvió fue el estómago, en el baño junto a la cama matrimonial (¿había habido un baño siempre ahí?) después de eso salió, y el cuarto se veía diferente, era diferente.
Una cama matrimonial (sucia, destendida), dos buroes(vacíos, tristes), dos lamparas de noche(sin foco), una alfombra verde (rasgada en una esquina), un espejo de luna(roto), un par de cuadros(empolvados), un estéreo con algunos discos de Barry Manilow(sucio el primero, rayados los segundos), dos ceniceros(enteros, pero se verían mejor en otro lugar), una cómoda donde su ropa cabría perfectamente, tres portarretratos (su esposa y sus dos hijas) y encima de la cómoda una figurita de porcelana con un perro labrador, Diego siempre quiso tener un perro labrador.
-A mí me llamó saliendo de su casa, por lo visto antes de ir por su ropa fue a comprar cosas, herramientas, comida, un perro cachorro labrador...me llamó para despedirse y me contó toda esta serie de cosas, completamente pirado, loco. No me pregunte a mí, yo de su esposa e hijas no sé nada, ni las conozco, y de todos modos Diego nunca la habría podido lastimar, ni mucho menos matar, Diego dejó de chupar, Diego la amaba, si usted me entiende. Diego no era hombre capaz de lastimar a alguien a quien amaba...