La primera vez, para Laura, fue no sólo la más difícil, fue inolvidable.
Las peores cosas siempre le habían pasado a Laura en viernes. No es que Roberto la hubiera dejado de querer. Simplemente necesitaba tiempo, era ella la que lo ahogaba con sus celos y escenas constantes. Roberto prometió irse para pensar las cosas y,en un tiempo razonable, analizar la posibilidad de volver. Y Laura que durante tanto tiempo había evitado las invitaciones al cine de su jefe para quedarse con él, para quedarse con él para siempre...
Laura desabotonó 3 botones de su blusa fingiendo un sollozo. Roberto, que nunca pudo dejar de ser Roberto, se quedó a dormir por última vez.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, con el cuerpo desnudo de Roberto junto a ella, Laura al fin pudo comenzar a llorar, Roberto se había ido para siempre. Todo era como su madre decía, mejor debería empezar a comprar gatos y prepararse para ser la señora que le daba miedo a los niños de la cuadra. Con un dedo comenzó a acariciar el cabello de Roberto, que con la sangre estaba húmedo y tibio. Tibio y húmedo, Laura no pudo resistir las ganas de besarlo, se veía tan bien, recostado con la cabeza sobre la almohada blanca(roja) mirándola tan fijamente, tan perdidamente. Ahora si que no lo sorprendería mirando por encima del hombro cuando pensaba que ella no miraba. De no ser por la policía Laura podría casi sentirse tranquila, se acurrucó con Roberto y durmió dejando para el día siguiente cualquier preocupación.
El problema ahora estaba en esconder el cuerpo, Laura había visto demasiadas películas como para caer en los errores comunes, sabía que tarde o temprano un par de detectives tocarían a su puerta; uno joven y guapo, impaciente por probarse como el mejor en su departamento. El segundo viejo y experimentado, que husmearía su casa como un perro antes de sonreírle y pedirle que le llamara si sabía algo. Después de eso no pasaría mucho tiempo antes de que husmearan su basura y empezaran a hacer preguntas sobre ella. Tal vez su madre les comentaría sobre aquél asunto del mezcal en la preparatoria, pero eso no los llevaría a nada. Hasta que algún vecino metiche o un gancho al hígado del destino los pusiera sobre la pista correcta para encontrar la pista con la que la atraparían, claro que tendrían que matarla. Las mismas películas le habían enseñado que la cárcel los conventos y las escuelas para señoritas son los peores lugares para estar, primero muerta que dejar que alguna monja perturbada la hiciera hacer las cosas que veía todo el tiempo en la televisión, y luego los curas...primero muerta.
No fue hasta esa noche que se le ocurrió comérselo...
Había escuchado una vez (santa televisión) de la leyenda urbana de la mujer que vendió a su esposo en forma de tamales. Pero uno nunca sabe si la vecina de al lado es una experta catadora de carnes que de inmediato notaría el sabor, y llamaría-sólo por precaución- al detective viejo que no tardaría nada en relacionarlo con la señora de los tamales. Además estaba la posibilidad de que dejara un diente, un cabello o algo, siempre hay alguna pista. La solución era comérselo ella misma, se prometió a si misma no ser muy remilgosa si por error acababa comiéndose un diente y corrió a la cocina a prepararlo todo.
Tres horas después, con el estomago lleno Laura no podía dejar de reír. Roberto, al final cumplió una promesa, ahora si que sería parte de ella, para siempre. El resto de él estaba en el refrigerador en 6 tupperwares junto al jamón de pavo y los duraznos en almíbar, lugar seleccionado amorosamente por Laura, que lo dejó junto a las dos cosas que más le gustaban. Claro, después de la vecina del cuatro.
Para el domingo ya no quedaba nada de Roberto que no fuera parte íntima de Laura, los tupperwares vacíos y Laura sentada en un sillón, viendo a dos detectives resolviendo el caso, como siempre. Sintió pena por ellos, aquí no encontrarían nada.
El primer lunes sin Roberto fue tan cruel y terrible como ella lo había imaginado, el sandwich de pollo y el licuado no tenían comparación a lo que Roberto le había dado, y Laura pensó en lo triste que era que ya no quedara nada de él.
Ese día aceptó la invitación de su jefe a cenar...
Conforme pasó el tiempo Laura se volvió más exigente, a uno de sus novios lo llevo a vivir con él sólo para asegurarse de que no comiera porquerías, la alimentación de todos sus novios se convirtió para ella en una especie de obsesión. Todos han visto en televisión que los transgénicos son malos para la salud, y estaba ese asunto de la orina de ratas en la comida enlatada. 5 comidas ligeras al día y un poco de sexo para relajarlos cuando decidían que les gustaba más la vecina del cuatro, y ya tenían un lugar guardado en su memoria, en su corazón y en el refrigerador. Claro, junto a los duraznos en almíbar y el jamón de pavo.
Laura, a su manera los amó a todos, cuando la atraparon, por una llamada de la amable señorita del departamento cuatro, confesó todo en cuanto tocaron a su puerta, diciendo que una vez que tocaban era sólo cuestión de tiempo y que con todo y las monjas desquiciadas y esas cosas horribles de la cárceles las preparatorias y los manicomios compartían prefería ahorrarse el churro de película que todo eso haría.
Laura murió a los dos meses de su estadía en el penal de Acatitla, y siempre que los médicos le preguntaban por que no quería comer ella contestó hasta el último día que para ella comer sin amor ya no era nada.
Twin Peaks: El retorno
Hace 6 años
3 ecos:
Acabo de tener un dejavú (o como se escriba)
y para que el dejavú (o como se escriba)sea completo, le dejo el comentario:
El caso me recuerda al poeta asesino, el que se comía a sus novias...
Mi mamá tenía miedo de que fuera mi exnovio, jo jo jo jo
Saludos!
Charros... me recordaste la historia esa tan sonada del caníbal de la guerrero, pero más chido. Este tipo de relatos es muy difícil manejarlos bien y siento que lo haces excelente.
Voy encontrando tu blog.
No puedo dejar de leerte.Debería trabajar. Pero en vez de eso he releído 4 veces este post.
Publicar un comentario