La fiebre empaña mi mirada. Recuerdo canciones que no son canciones, escritas con letras que no puedo repetir en voz alta. Pienso que tal vez es un recuerdo de hace demasiado tiempo, antes de que Prometeo bajara a picarnos el culo con una zarza ardiente. Las canciones son coreadas por niños y una voz de mujer en un megáfono. -Se parece a mi vida.- Te digo, sin saber quien eres tú.
Alguno de estos días salgo a respirar aire fresco. La puerta a mi izquierda y la ventana a mi derecha, regreso al departamento cuando empiezo a simular el salto en mi cabeza. El impulso y la cortísima sensación de libertad, no imagino el plaf ni mi cuerpo sangrando al fondo del cubo de ventanas, no imagino los noticieros ni la cara de mi madre angustiada por nunca poderme decir que le diagnosticaron diabetes.
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Afuera, en las calles, la gente baila su baile de máscaras. Imagino que salgo y toso en un camión, la gente me carga en brazos enguantados de látex mientras me arranca las extremidades con una ira proporcional a su impotencia. Me siento como el ultimate rockstar, Grenouille en sus últimos momentos, disfrutando todo el dolor que el amor guarda detrás de su sonrisa vacía.
La gente se me escapa entre los dedos. Pienso que si toda la gente se sigue cubriendo la cara llegará un día en que nadie reconozca a nadie. Todos caminaremos buscando a alguien, temerosos, fríos, ajenos.
"Quiza exista una indiferencia entre las cosas"
Twin Peaks: El retorno
Hace 6 años